...por Paco Acosta
Estuve
(estuvimos en familia) en Nepal el verano del 2013. Y quedé, quedamos,
encantados de sus monumentos, de las plazas principales (“durbar” las llaman
allí) de sus ciudades, de sus templos, pagodas y “estupas con ojos”, de sus
palacios, de sus torres de varios pisos construidas en madera, de “el fino
trabajo” de sus tejados, puertas, ventanas, y celosías… Y, ¡como no!, de la
sonrisa casi constante de sus gentes, su amabilidad y bullicio; sus ganas de
diversión y la forma tan animada de celebrar sus festividades; y sobre todo su
religiosidad, que se vive abierta y plenamente por todos y en todos los
rincones…
Todo
esto nos impresionó, y nos dejó huella.
Una
huella de cariño hacia ese pueblo sencillo, que podía seguir realizando sus
ofrendas a los dioses, o sus ritos funerarios, mientras nosotros, los turistas,
nos inmiscuíamos sin respeto alguno en sus rezos, ávidos de encontrar el mejor
enfoque para nuestras cámaras…
Una
huella de felicidad por haber podido contemplar en vivo, y deleitarnos con esos
palacios, torres y edificaciones de ladrillo y madera tan ricamente trabajados,
que reflejaban una antigua cultura que a los occidentales nos es tan llamativa…
Una
huella de dolorosa pena que te asalta mientras recorres sus calles, al ver que
los muy poderosos vecinos de este sencillo pueblo (básicamente China e India,
aunque también Japón y Corea) pretenden colonizarlo por la vía económica,
relegándolo a un sumiso papel de consumidores pobres de tecnologías casi
obsoletas, que han de adquirir a precios abusivos…
Una
huella de estupor técnico, que te dejan los imposibles “líos de cables”
cruzando sobre las calles (cosa, por otra parte, muy común en estos países del
Asia más profunda) que habla muy a las claras de una íntima convivencia con
atrasos tecnológicos, compensados por la “experta mano que deben precisar los especialistas
para aclararse en aquellos embrollos”…
Y
como resumen, una huella de magníficos y cariñosos recuerdos (transformados
ahora en profunda tristeza y compasión), hacia aquel pueblo que nos veía pasar,
y sonreía, comprendiendo que en nosotros, los visitantes extranjeros, (para
ellos, unos verdaderos potentados), su país tendría en los años venideros la mejor
“industria” sostenible, capaz de sacar de la pobreza, y en muchos casos de la
miseria, a sus descendientes…
Y
ahora, con el devastador terremoto, no solo han tenido miles de muertos, sino
que, por lo que estamos viendo en las imágenes que nos van llegando, gran parte
de su patrimonio artístico y cultural, se ha venido abajo… Dan ganas de
llorar..., ¡junto con ellos!.
Tendrán
que pasar bastantes años para que se pueda “reconstruir” (¿será eso posible?)
lo que ha quedado tan derruido. En primer lugar sus sencillas y humildes
viviendas, junto con las necesarias infraestructuras, luego sus templos,
palacios y monumentos…. Deseo, de todo corazón, que esto llegue a ser pronto
realidad…
Pero,
mucho me temo, que entretanto se venga abajo la “industria del turismo”, en la
que tenían puestas sus esperanzas, combinando adecuadamente, y con verdadero
acierto, el turismo de ciudades y monumentos (para visitantes de alto o muy
alto poder adquisitivo), con el turismo de “trekkings” (a través de rutas por
las zonas rurales, generalmente más desfavorecidas y excluidas de los
beneficios del turismo consumista), o el “turismo de montaña” (principalmente
escaladores de alta montaña, sin excluir a los “meros observadores”)…
Me
diréis, que los Himalayas continuarán estando ahí, que los impresionantes y muy
verdes valles del profundo Nepal, a través de los cuales discurren las
múltiples rutas que se ofrecen a los caminantes y senderistas, también
seguirán,… Pero lo que Nepal podía y quería
ofrecer, como modelo turístico, a sus visitantes fundamentalmente de la rica
Europa, era “un poco de todo”: monumentos, cultura, gastronomía variada,
paisajes extraordinarios, “trekkings” para estar en contacto directo y sin
prisas, con su amable pueblo y la vida rural, sin olvidar una oferta de
establecimientos hoteleros de “lujo oriental” donde el turista pueda disfrutar
cómodamente atendido. Y practicar, hasta casi dominar este saludo, (cada vez
que se cruza con un nativo de los muchos que están empleados en estos
magníficos establecimientos), sonriendo, juntando las palmas de las manos
frente al pecho e inclinando ligeramente la cabeza, para decir al mismo tiempo
“Namasté…”.
Ahora
me duele Nepal, porque creo que necesitará muchísimo tiempo…, y ¡muchísima
ayuda!
Y
para recordar aquellos días, y compartirlos con vosotros, he “tirado de
archivo” y he entresacado, algunas de las muchísimas fotografías que allí hicieron
mis hijos. No tienen la calidad a la que nos tiene “malacostumbrado” Kurt, pero
a mí me han hecho aflorar una lágrima de pena…
Katmandú
Bhaktapur
Patan
Valle
de Katmandú
Los Himalayas
Comida
y Bebida
Comparando tus fotos con las que están saliendo en televisión, no me extraña que se te salten las lágrimas. Por la magnitud del desastre, el país no volverá a ser el mismo; lo perdido es irrecuperable.
ResponderEliminarYo estuve en Nepal hace ya 25 años aproximadamente y también he sentido una gran congoja. No es ya sólo el desastre en sí y los 7000 muertos, sino que gran parte del entorno también se ha perdido (las avalanchas han dejado los montes "pelados"). No he visto hasta qué punto han sufrido los hermosos edificios de madera, especialmente de Bakthapur y Patán, aparte de Kathmandú. Y por las sencillas gentes, tan auténticas y amables, cuyo futuro es incierto y les costará salir de esto... Me temo que aún no tengamos clara toda la magnitud del desastre. El tiempo dicen que lo cura todo, pero también necesitarán ayuda internacional para salir de ésta.
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